Tenía unos 7 años y un complejo, mis dientes terminaban en forma de sierra.
Mi padre, que un día me vio sollozar frente al espejo, me tranquilizó y enseñándome los suyos, me prometió que los míos lucirían igual con el tiempo.
Esta mañana se me han vuelto a mezclar las lágrimas con la pasta de dientes; por lástima, no había esta vez nadie a mi lado del espejo que me dijera que aquello volvería y me resigné a añorar aquella sonrisa de niña, que tan poco quise.
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