Izar la roja


El suelo con restos de vísceras; el armario abierto, en canal, desangrándose a botones. 

Lo habías hecho otra vez. 

Toda la ropa de nuevo teñida, toda de la misma tonalidad que tú presumías haber robado,
en el infierno; paredes con restos de haberte lavado las manos, sobre ellas y tú acostado en la cama, impoluto, escribiendo poemas a chicas de vestidos blancos. 

Y yo… leyéndote.

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