Asumí que el tiempo era la moneda con mayor valor, por eso empecé a invertirlo en el mejor fondo.
Así elegí el banco, en el que nos sentamos, en el que no dejamos sitio para rescates y en el que paralizamos en grieta cada amenaza de quiebra.
En nuestro banco, nunca hubo intereses, ni horarios, ni iniciales, tampoco rejas.
La madera de nuestro banco, aún estaba viva.
Comentarios
Publicar un comentario